Dicen que la lucha entre la desesperación y la cobardía fue el fin
de la hegemonía de Chichen Itzá.
Desde entonces la magia y el misterio sobrevuelan
complejo arquitectónico más importante de la antigua civilización
maya.
Algunos dicen que el fantasma de Sac Nité,- la bella princesa de
piel aceitunada y ojos almendrados, que adornaba sus largos
cabellos con plumas de quetzal-, raptada el día de su boda vuelve
cada solsticio y al proyectarse el sol sobre su espectro errante, se
transforma en la serpiente emplumada que desciende por la
escalinata de Kukulcán, en busca de su amado príncipe Canek con
el que huyó el día previsto para celebrar un enlace sin amor que
favorecería una fuerte alianza entre las principales ciudades de la
Liga Mayapán.
Ulil, el príncipe abandonado en el altar, lleno de rabia y poseído
de un sentimiento demoníaco, clamó venganza y destrucción
caminando entre los rostros confusos y atónitos de la oligarquía
que asistía al evento.
Con sus guerreros Ulil, entró en Chichen Itzá encontrando los
templos vacíos, sin vida como si la ciudad uno de los centros
políticos más importantes del Mayab, nunca hubiese estado
habitada.
Los placeres de la vida, las transacciones comerciales, los
sacrificios rituales, estaban enterrados en el silencio de las
piedras.
Nada se reflejaba en las aguas del Cenote sagrado, nadie caminaba
entre las grandes columnas del templo de los Guerreros
Ulil después de haber buscado en vano por calles y plazas a los
habitantes de la urbe enloqueció. Su mirada vago perdida
buscando la respuesta al vacío, la quietud, el aislamiento pero no
puedo encontrar la verdad y la ciudad quedó dormida en el
silencio.
Cuentan algunos que sus moradores se transformaron en piedras,
dando vida a los relieves del templo de los jaguares,
permaneciendo así ocultos a la vista de aquellos que los buscaban.
A propósito de esto, cuando los dedos de los que creen en lo épico
acarician la serpiente de cascabel o las formas del Dios Chac
pueden percibir el frío y escamoso cuerpo del reptil o los músculos
fuertes y vigorosos de la deidad
Chichen Izá permanece dormida en el tiempo, ajena a los
huracanes, o a la humedad de la lluvia que descarga con fuerza en
los días de tormenta tropical cuando el cielo turquesa se torna gris
y oscuro como las piedras de la ciudad. Es como si esperase que en algún momento las figuras talladas en piedra pudiesen adoptar de
nuevo las formas que un día tuvieron y volver a la vida.
Esta es una parte de la leyenda. La otra la que habla; del gran
observatorio astronómico de los mayas en El Caracol, del tiempo
cósmico, de la puerta estelar por la que entran y salen de este
mundo las almas de los difuntos, de las luces que emanan de la
galaxia señalando la llegada de nuevos tiempos que permitirán
descifrar las claves de la historia… eso es otra leyenda, que se
puede escuchar cerrando los ojos cuando se visita la Ciudad
Perdida de Chitchén Itza
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